La perla: iridiscente e imprescindible

Las perlas nunca han pasado -ni pasarán- de moda. Son el detalle perfecto para tu estilo naïf y un valor seguro con tu vestido de gala. Su formación es una de las maravillas secretas de la naturaleza: a diferencia de las piedras o metales preciosos que deben extraerse de la tierra, las perlas son creadas por seres vivos en las profundidades del mar y no necesitan tallas ni pulidos para revelar su encanto iridiscente.

Que es una perla

Las perlas son concreciones nacaradas, globulosas de distintos tamaños y colores, de reflejos iridiscentes, formadas en el manto de diversos moluscos de agua dulce o salada.

Una perla natural empieza a formarse cuando un objeto extraño, como un parásito o una partícula de arena, se aloja en el cuerpo suave de una ostra u otro molusco de interior nacarado. Como no puede ser expulsado, la ostra inicia otro tipo de acción defensiva para neutralizar esta amenaza:  empieza a segregar una sustancia cristalina, lisa y de gran dureza alrededor del objeto irritante. Y bella, también, muy bella. Por supuesto hablamos del nácar. El nácar está compuesto de cristales microscópicos. Cada uno de ellos se alinea con otro de modo que, la luz que pase a través del eje del primero, sea refractada por el segundo y viceversa, produciendo un arco iris de luz y color.

Mientras el cuerpo extraño permanezca dentro del cuerpo de la ostra, ésta seguirá creando capas y capas de nácar alrededor de él. Después de varios años, el objeto irritante quedará totalmente encerrado dentro de esta iridiscente capa cristalina creando una de las maravillas más preciadas de la naturaleza: las perlas. Una bella metáfora de en lo que lo puede acabar convirtiéndose un problema o amenaza…

La belleza de la perla, apreciada desde tiempos remotos

La perla, con su cálido brillo interno y su cautivadora iridiscencia, fue apreciada ya por muchas culturas ancestrales. Hace más de 2,000 años, los chinos creyeron que tenían el poder de la juventud eterna, y, aún hoy, son usadas en cosméticos y sueros para prevenir el envejecimiento. Los antiguos egipcios las apreciaban tanto que se hacían enterrar con ellas. Se cuenta que Cleopatra introdujo una perla en un vaso de vino y se lo bebió, perla incluida, ganando así una apuesta con Marco Antonio en la que aseguró que podría consumir la riqueza de un país entero en una sola comida.

Muchas son las fuentes que documentan que, en la antigua Roma y en Grecia, las perlas eran consideradas el más alto símbolo de riqueza:  “He visto a Lolia Paulina cubierta de esmeraldas y de perlas entrelazadas; las joyas resplandecían por toda su cabeza, en la cabellera trenzada, las orejas, el cuello y los dedos, sumando cuarenta millones de sestercios», escribía Plinio el Viejo, a mediados del siglo I a.C., a propósito de la tercera esposa del emperador Calígula.

Durante los inicios de la Edad Media, las perlas pasaron a ser un objeto de adoración también para el público masculino: mientras que las bellas doncellas de la nobleza atesoraban collares de delicadas perlas, los gallardos caballeros las llevaban consigo al campo de batalla, porque creían que la magia de estas gemas podría protegerlos de todo mal.

El Renacimiento vio a las cortes reales de Europa inundadas de perlas. Varios países prohibieron el uso de las perlas a ciudadanos que no pertenecieran a la nobleza.

Hasta principios del siglo XX, las perlas naturales estaban al alcance sólo de ricos y famosos. En 1916, el famoso joyero francés Jacques Cartier compró su histórico establecimiento en la Quinta Avenida de Nueva York al intercambiar dos collares de perlas por la valiosa propiedad.

Hoy en día con la introducción de las perlas cultivadas, estas joyas están al alcance de un segmento mucho mayor de personas.

Les joyas con perlas: imprescindibles

Un joyero sin perlas no es un joyero. O, por lo menos, no es un joyero completo. Y es que las perlas son el comodín a cualquier estilo: lo mismo adornan el look más desenfadado, que realzan un estilo naïf o que brillan con un vestido de noche. Combinan con todos los colores y materias, e iluminan rostros de cualquier edad. Las perlas son, simplemente, imprescindibles.

Nosotros -ya nos conocéis…- hemos cometido el atrevimiento de coronar los pendientes de nuestra propia marca, Mimoh, con pequeño diamante natural talla rose cut. El resultado nos ha robado el corazón. Los diamantes naturales de Mimoh, en tonos cálidos y terrosos, inusuales, comparten dos virtudes con las perlas: combinan con todo y su brillo es cálido, suave y natural. Sólo podía ser una combinación ganadora. Y lo fue.